James Nachtwey maestro de la fotografía de guerra
Desde que empuñó una cámara , James Nachtwey decidió ser fotógrafo de guerra. Desde entonces, ha tomado algunas de las mejores imágenes de los conflictos de nuestro tiempo. Su obra nos enseña lo que no queremos ver. Perfeccionista, riguroso, infatigable. En activo a los 68 años, acaba de recibir el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Su colega de oficio Ricardo García Vilanova esboza un retrato sobre él. James Nachtwey maestro de la fotografía de guerra.
James parece estar siempre perdido, fuera de lugar. Entre disparos en las calles polvorientas de Gaza, en disturbios fatales en la Sudáfrica o en el duelo de un muerto en Kosovo. Nachtwey tiene un aspecto de un flequillo canoso y perfecto tras disparar el objetivo, la camisa limpia, arremangada con cuidado justo por encima de los codos. Parece un turista de la gente bien de Nueva Inglaterra, teletransportado a un infierno de fuego cruzado.
Nachtwey está donde quiere. Donde debe estar para contar con imágenes la historia que cree que debe contar. La del dolor de la guerra, la pobreza, la de los marginados. Ha entregado su vida a colocarse en lugares de riesgo para obtener la foto que muchas veces se evita, que no se quiere mostrar o que no se quiere ver. El suyo es un sacerdocio fotoperiodístico que le ha puesto cerca de la muerte, pero no abandona la cámara.
El fotógrafo que estaba ahi
Siempre ha ido a buscar el conflicto, pero a veces el conflicto le ha encontrado a él. Como el 11 de septiembre de 2011. Su apartamento estaba en el Sur de Manhattan, en Nueva York, y vio el humo en la torre Norte de las Torres Gemelas desde su ventana. Supo desde el primer momento que había sido Al Qaeda, porque los había conocido de cerca, en la Afganistán de los talibanes. Corrió todo lo que pudo para acercarse al World Trade Center y realizó un impactante reportaje.
La imagen más recordada de esa serie parece una composición pensada durante semanas: en el primer plano, una cruz oxidada, sobre el tejado de un edificio, quizá una iglesia, que queda fuera de la foto; detrás de la cruz, se desploma la Torre Sur, que es solo una columna de humo gris, ceniza y escombro; a la derecha, la Torre Norte todavía en pie, con algunos pisos en rojo incandescente; y una bandera estadounidense ondea en una esquina. La realidad es que fue el 36º disparo de un carrete de 36 fotos, la última imagen que tomó antes de salir corriendo y que todo a su alrededor se llenara de ceniza.
conoce nuestro productos aqui